

En 1791, un aristócrata atormentado, que rechaza la Revolución francesa y huye de la justicia, cruza el océano y se adentra en las Grandes Llanuras norteamericanas. Lo que empieza como una huida se convierte en un viaje espiritual que lo enfrenta a sus propios prejuicios. Durante el viaje se desprenderá de sí mismo para abrirse a otra forma de conciencia.
El protagonista asiste con dolor a la codicia de las potencias europeas y estadounidense, al capitalismo en ciernes, a la expansión colonial y al esclavismo que él mismo defendía. Junto a unos nativos comprobará cómo el cerco ya se estrecha sobre ellos y sobre una naturaleza sagrada que pronto será sometida a la devastación.
El círculo de los vientos es un western inmersivo y épico donde se enfrentan dos cosmovisiones. Leerlo es meditar acerca de la libertad, la igualdad y el amor consolidado por el tiempo.
Hay historias que uno no escribe, sino que lo eligen a uno para ser contadas. El Círculo de los Vientos nació así, como una voz que soplaba desde lejos y que insistía en ser escuchada.
Durante años observé cómo el viento, invisible y caprichoso, puede cambiarlo todo: la dirección de un viaje, el rumbo de una vida, incluso la forma en que recordamos. En este libro quise explorar esa fuerza que nos empuja sin que la veamos, que une destinos y separa caminos.
Es una novela sobre la libertad, el tiempo y las huellas que dejamos en los demás. Pero también es una invitación a detenerse, a escuchar, y a descubrir qué nos susurra el viento cuando aprendemos a estar en silencio.
Espero que al leerla, el viento también te lleve a ti hacia algún lugar inesperado.

Antes de adentrarte por completo en El Círculo de los Vientos, puedes leer sus primeras páginas.
En ellas descubrirás el tono, la atmósfera y la fuerza de una historia que te invita a mirar el mundo con otros ojos.
A veces, basta una sola página para sentir que un libro ha venido a quedarse contigo.

Mis primeros placeres cinematográficos fueron proporcionados por películas programadas en la televisión, pero algunas veces mis padres me mandaban a la cama pronto, demasiado para mi gusto. Al permanecer a la escucha de las películas desde el dormitorio descubrí el llamado espacio “off”.
Durante mi niñez disfruté viendo películas de cine negro y comedias, entre las cuales el más euforizante antídoto a la tristeza que conozco: Cantando bajo la lluvia (Singin in the rain, Stanley Donen y Gene Kelly, 1952). Sin duda, “Good mornin’” puede suavizar cualquier atisbo soterrado de melancolía.
Cada historia tiene un momento en que debe ser leída. Si has llegado hasta aquí, quizás este sea el tuyo.
Sumérgete en las páginas de El Círculo de los Vientos y descubre un viaje donde nada es casual, donde cada soplo es destino.
No dejes que el viento siga de largo.